miércoles, 29 de abril de 2009

Los 100 días de Obama


Barack Obama alcanza hoy los 100 días como presidente de EE UU en la cresta de la ola de su popularidad, con ciertas dudas entre los ciudadanos sobre algunas de sus decisiones, pero con la confianza mayoritaria de haber elegido a un líder capaz de remontar la crisis económica y construir un futuro más brillante aquí y en el resto del mundo.

Una 68% de aprobación a su trabajo en la encuesta de The New York Times, un 70% de optimismo respecto al mañana y un 75% de valoración de sus cualidades personales en el sondeo de la cadena CNN son la prueba de que las cosas le han ido bien al presidente al cruzar este pequeño rubicón que la tradición pone al ejercicio de la política. Dos terceras partes del país creen superada la división racial y un 59% consideran que la bandera de la barra y las estrellas se ha vuelto a ganar el respeto internacional.

Obama cumplió las promesas de retirarse de Irak y de reforzar la presencia en Afganistán, tender la mano a los musulmanes y a adversarios como Irán y Cuba, cerrar Guantánamo y prohibir la tortura, autorizar la investigación con células madre, multiplicar la inversión en energías renovables, ayudar a los más perjudicados por la crisis de las hipotecas basura y proteger a los consumidores de los abusos cometidos con sus tarjetas de crédito.

Le ha ayudado el desastroso legado de su antecesor, su firmeza y rapidez en la respuesta a los desafíos más graves y urgentes –diálogo y tiro al blanco en cuestión de horas para rescatar al capitán secuestrado en aguas somalíes-, un discurso atractivo aunque limpio ya de la hojarasca retórica de la campaña, un realismo que a algunos, como Henry Kissinger, le recuerda el mejor Richard Nixon y una comunicación permanente con los ciudadanos, por encima de Washington y de las diferencias ideológicas, comparable a la de Reagan, aprovechando como ningún otro los nuevos medios digitales.

El reto más importante de Obama, en sus primeros cien días en la Casa Blanca, era restablecer la confianza de los estadounidenses y del resto del mundo, que George Bush derrochó irresponsablemente tras el 11-S. Todo indica que la ha restablecido. Sólo por ello, se merece un sobresaliente.

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